Dos personas, un local
¡Precisamente! Quise abrir otra mensajería en moto. El único personal con el que contaba era yo mismo, aunque poco después se sumó mi socio de siempre, Carlos Álvarez.
Finalmente, el local que tiempo antes ocupó el bazar de mi padre, se convirtió en el lugar indicado.
Antes de abrir el local, decidimos hacer un estudio de mercado. Y como consecuencia de ello, ideamos una campaña de marketing directo que por esa época se llamaba “publicidad postal”.
Para esa campaña, con mi mujer, creamos el primer folleto; un díptico donde se mostraba a una abuela que debía irse de viaje y necesitaba que alguien llevara a su canario a la casa de su hija.
Pero, ¿a quién le enviaríamos ese folleto?
Junto con Carlos, su esposa, los fines de semana armamos una base de datos. ¿Cómo la hicimos sin computadora? Con una máquina de escribir Lettera 22, portátil de Olivetti, copiábamos los datos de las Páginas Amarillas. Lo hacíamos eligiendo los rubros de las empresas que, según pensábamos, podrían necesitar mensajeros en moto.
Luego fotocopiamos esas hojas, las cortamos en forma de etiquetas y las pegamos en los sobres donde colocamos los folletos.
Ya con las piezas en la calle, con Carlos nos pusimos a esperar los llamados de los nuevos clientes. Nosotros mismos atendíamos, hacíamos de vendedores de los servicios de la mensajería y llevábamos adelante la administración. Eso nos ayudó a crecer y luego pudimos contratar a otros mensajeros que nos acompañaron.
La oportunidad
Un día, uno de nuestros mensajeros llevó un sobre a una persona del Correo Argentino, la cual solicitó concretar una reunión con el fin de conocernos.
En dicho encuentro, esta persona nos comentó que la ley de Correo permitía que empresas privadas brindaran servicios que el correo no podía cubrir.
Nos interesamos, y para materializarlo debimos preparar una abultada carpeta de antecedentes y esperar la gestión de la autorización. De todas formas, me propuse estar lo más cerca posible de la gente del Correo mientras se llevaba a cabo el trámite. Durante 10 meses fui casi todos los días al Palacio de Correos, recorría los despachos e iba siguiendo el avance de nuestra solicitud.
Finalmente en 1983, nació Nexo Correo; La habilitación como permisionario, nos obligó a pensar “en grande”.